Hace unos años escribí (para papel) este breve perfil de uno de los 'amigos del poder' más particulares. Hace poco, revolviendo cosas viejas lo vi y, hoy, a 93 años del nacimiento de su hermana Eva, lo comparto.
Desde 1946 hasta su muerte en 1953 fue como un
Isidoro Cañones de carne y hueso. Pero mientras el personaje de historieta se levantaba para el almuerzo y le mangueaba dinero a su tío, un coronel retirado, Juan Ramón Duarte se despertaba muy temprano y organizaba la agenda de su cuñado presidente de la nación, Juan Domingo Perón.
Era el hermano de Eva Perón y no necesitaba manguear si quería continuar la farra,
sólo le bastaba aferrarse todo lo posible a las polleras de su hermana. Así, durante esos siete años vivió a sus anchas: el poder y el dinero lo convirtieron en un von vivant contratado por el Estado.
De noche, jet set. Buena comida, alcohol, mujeres hermosas del mundo del espectáculo, codicia y enormes negocios turbios. De día, almuerzo con embajadores, empresarios, ministros y generales; reuniones, actos públicos, la ovación de las multitudes. Con la agenda presidencial en sus manos, Juan Duarte tenía el mundo a sus pies. Su cargo como secretario de Perón lo volvió cada vez más poderoso, conocía a los que tenía que conocer, hacía favores y los cobraba.
A pesar de su bajo nivel educativo,
hacía negocios con una velocidad sorprendente. Hizo fortuna con cadenas de hoteles, carne, estudios cinematográficos, empresas de turismo, studes, pozos petroleros, buques, campos y varias estancias. Por supuesto, nada de eso llevaba su nombre; Juan se movía como un pulpo en agua turbia.
Pero la muerte de Evita en 1952 puso un punto final a los negocios y las andanzas.
Sin su hermana no había protección. Ahora todos lo miraban con desconfianza, se hacían fuertes los rumores de corrupción y comenzaban a sospechar.
En algún momento de la madrugada del 9 de abril de 1953,
Juan Duarte escribió una carta de despedida para el general Perón. Le transmitió su devoción y le aseguró que nunca había dejado de ser honesto. Sin embargo, bajo la firma le pedía perdón por todo. Probablemente un rato después oyó el disparo que acabó con la gloria. Lo encontraron con un balazo en la cabeza y la carta junto a él, sobre la mesa de luz.
Yapa:
Trailer de "Ay Juancito", la película de Héctor Olivera que reprodujo las farras de este muchacho desmadrado.
(Video. 1:58)