16 octubre 2011

Loiácono Quinteto y el festival en penumbras




Terraza del bar flotante. Debajo, el lago de Potrero de los Funes. Cielo, sierras verdes y el atardecer que amenaza con oscurecerlo todo. Es el preludio del Festival Internacional de Jazz de San Luis.

Están los fierros y micrófonos, los equipos, el teclado y la consola de sonido. Faltan los músicos y los instrumentos. También faltan las luces, me pregunto si alguien las traerá o en un rato dejaremos de ver a los músicos.



Foto: Emiliano Cosenza.

El quinteto de Mariano Loiácono apareció de a poco, varios minutos después del horario en que estaban anunciados. Pepi Taveira, tranquilamente, comenzó a armar la batería y pidió los fierros que faltaba. Jerónimo Carmona desenfundó esa suerte de mueble de graves que es el contrabajo. La tarde seguía cayendo, la terraza se llenaba de gente, los mozos del bar hacían malabares para traer los pedidos a tiempo y no confundirse las cuentas.

Por fin, el primer golpe de la batería arrancó la maquinaria del quinteto; la trompeta de Loiácono parecía resonar en todo el valle. Las cabezas empezaban a moverse con ese tímido no no no pero sí sí sí y la sonrisa; es la magia del swing, cuando entra por el oído y pega en la sangre.

Hubo un viejo standar de Cole Porter y temas de su último disco, What´s new. Los solos tenían un efecto particular por el ambiente, los ataques rebotaban en los muros del hotel y el sonido volvía duplicado.

Una balada, que le da el nombre al disco, apareció oportunamente con la noche. Las luces de la terraza apenas alcanzaban para ver la mesa. Los últimos temas sonaron en penumbras. Siempre es interesante la oscuridad para escuchar jazz, pero no tanto cuando se trata de ver a los músicos.

Después del quinteto espera Tonolec, una fusión diferente en el festival.
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