20 noviembre 2011

Litto Nebbia: el Louis Armstrong del rock


Escribí esta crónica en junio de 2010. Me dieron ganas de desempolvarla y aquí está. No está escrita para la Web, espero la aguanten sobre la pantalla; y si no, pueden imprimirla ;)

Uno de los padres del rock nacional es un gran amante y erudito del jazz. A lo largo de las dos charlas que tuve con él intenté iluminar su lado jazzero y conocer cómo lo fue aplicando al rock. 

Fuente de la imagen: goodnews.com.ar


Ahí, en un extremo de la mesa, a la derecha de Luciano Galende y con la rutina del programa entre sus brazos, Litto Nebbia deja de lado al músico y juega, por un rato, al panelista de 6, 7, 8. El tema del día es el supuesto fracaso del análisis de ADN de Marcela y Felipe Noble. Por eso, en el extremo opuesto, Estela de Carlotto, presidenta de la Asociación de Abuelas de la Plaza de Mayo, se lleva el protagonismo. Nebbia escucha, opina, hace algún comentario gracioso, mira los informes, dice que el caso es penoso, que parece una película de Fellini.

-Me gusta lo que hacen estos tipos —me dice, minutos después, durante el apretón de manos.

Estamos en el primer corte. Nebbia se para frente a Alex, su mujer, y le pide que corrobore que el maquillaje esté bien. Tose. Tose varias veces, como si se hubiera estado aguantando mientras estaba al aire. Acaba de recuperarse de una gripe muy fuerte, pero se lo ve bien. Parece mentira que hacía menos de una semana su respuesta por e-mail comenzaba: “Aquí estoy, tirado como bolsa de papas”.  Aunque no hacía falta, Alex acomoda con dulzura el pañuelo que le protege el cuello. Nebbia mira hacia la mesa.

-Si no le ponés ritmo a un programa de noticias sos un boludo, por eso me gustan —dice en tono reflexivo.

Lo sigo con la mirada mientras vuelve a su lugar del panel. 6, 7, 8 está regresando de la tanda. Siete crisantemos, de Joaquín Sabina, suena fuerte en el estudio. Al aire, pasan las diapositivas con fotos que enviaron los televidentes desde alguna parte. Nebbia revisa la rutina al tiempo que su mano derecha ejecuta las notas de un piano imaginario, hasta que abruptamente una voz grita: “Aire”.
Aquellos yeites en el piano imaginario, que se repitieron otras veces, y su reflexión sobre el ritmo del programa, me revelaron súbitamente una explicación posible sobre la materia prima de su talento compositivo: Félix Francisco Nebbia fundó el rock nacional a partir de la escuela musical de sus padres y el amor al jazz.  

“Tuve el destino de que mis viejos me tiraran hacia esta profesión. Obedecí siempre y tiré con ellos, como un juego”, me cuenta por e-mail. Martha Corbacho, su madre, fue de algún modo la responsable de la formación técnica. Era una concertista de piano educada en conservatorio, que sin embargo, utilizó su formación clásica para hacer música popular. Félix Nebbia padre, también músico, era un bohemio que su hijo en una entrevista calificó como autodestructivo. Murió joven en 1968, cuando Litto ya se había consagrado con Los Gatos. Sin embargo, vivió el tiempo suficiente para insuflar en la sangre de su hijo algunas células de jazz, las más importantes. “Dos amigos de mi viejo me regalaron un disco de Chico Hamilton (baterista de jazz) —recuerda—. Todavía lo conservo. Siempre que lo escucho pienso en cómo hacía para tocar así”.

6, 7, 8 hace su cierre en lo que ellos llaman el living, un largo banco en forma de semicírculo. Allí los panelistas y el conductor se sientan frente al público y comienza una ronda breve de preguntas. Nebbia habla de su homenaje a las canciones y artistas de la primera década del rock nacional: el box set de nueve discos Una celebración del rock argentino. Con apoyo económico de la Secretaría de Cultura de la Nación, convocó a más de cien músicos para reversionar casi una centena de canciones legendarias, a las que sumó doscientas páginas  de anotaciones.

Litto tiene swing
El jazz tiene dos elementos clave: la improvisación y el swing. La improvisación en la música significa componer e interpretar al mismo tiempo. El swing, ubicado en el banquillo del ritmo, es el alma y la savia, y a su vez un misterio. Jamás se llegó a una definición consensuada. Algunos escritores del género afirman que lo inventó el trompetista Louis Armstrong (Satchmo), pero también están los que dicen que él sólo se llevó los honores, porque el swing estaba en el aire desde antes. Luis María “Bicho” Casalla describe una imagen muy clara del swing a partir del concepto norteamericano buoyancy: : “La boya flota y se balancea, y la idea es que la música tocada con liviandad, flotabilidad y balanceo, es música swing”. 
 

¿Qué tiene que ver el swing y la improvisación con Litto Nebbia? Mucho. Desde que comenzó a componer, cuando tenía menos de quince años, y cada vez que volvió a escribir, surgió de él una suerte de impulso creador de canciones en el que letra y música aparecerían en simultáneo. La balsa, considerado el primer tema del rock nacional, fue compuesta a dúo con Tanguito en el baño de caballeros de la pizzería La Perla de Once. En más de una entrevista Nebbia explicó que simplemente agarró la guitarra y completó de un tirón el primer verso que había pensado su amigo al tiempo que le ponía música.

- Las músicas de todo el mundo tienen improvisación —dice. Luego sonríe y agrega—: Sería algo así como que el jazz está por todos lados.

Estábamos cómodos, casi arrellanados en un sillón blanco de la recepción de Canal 13. Eran las cuatro de la tarde y se veía venir la lluvia. Nebbia, sin embargo, aún seguía con anteojos negros.
-Me acostumbré de pequeño a improvisar y finalmente inventar melodías. Cuando lo hacés durante mucho tiempo, lo internalizás al punto que se convierte en una técnica.

Apareció una mujer delgada. Se presentó como Laura, asistente de producción de Tiene la palabra, y dijo que estaba para ayudarnos con lo que necesitáramos. La seguimos a través de los pasillos hasta la sala de maquillaje. Nebbia se ubicó donde le indicaron y una muchacha de pelo muy largofue encima de su cara. Durante cinco minutos lo llenó de polvo, luego se incorporó y esperó la conformidad. Él pidió un peine, ella señaló hacia atrás: “En el sector peluquería”, dijo. Mientras Nebbia se cepillaba su corta y fina melena, otra vez apareció Laura. Informó que faltaban algunos minutos para el comienzo de la grabación e invito a que esperásemos en un camarín.

Si no fuera por las sillas de oficina, el espejo de punta a punta con mostrador, la luz fría e intensa, el camarín tranquilamente pasaría como un vestidor recién pintado. Nos ofreció un café, aceptamos y cerró la puerta.

-Si me escucharas tocar, pensarías que soy netamente un músico de jazz —dice—, pero no lo soy. No porque no sepa hacerlo, sino porque me la pasé tocando otras cosas.

Nebbia es preciso en sus palabras, no quiere que se mal interpreten. Si bien es cierto que no es un músico de jazz, no puede renunciar al género. Dice que siempre fue autodidacta y, aunque no utiliza el término, un improvisador.

La parte más jazzera de su vida, en la década del setenta, coincidió con la parte más oscura: su música fue prohibida, él perseguido y encarcelado, por lo que finalmente logró exiliarse en México. En 1974 formó un trío con dos músicos de jazz: Néstor Astarita (batería) y Jorge González (contrabajo), quienes cuatro años después fundaron uno de los míticos boliches que sobrevivieron la última dictadura: Jazz&Pop. Allí, antes de exiliarse, Nebbia tocaba habitualmente con los dueños de casa y con Dino Saluzzi, y los domingos, con cualquiera que se atreviera a improvisar en una jam session.

-Cuando me encontré con Jorge y Néstor, que me llevaban diez años y venían de un circuito alejado del rock, mi consigna siempre era: toquemos con espíritu jazzístico.
La tos seca lo interrumpe un instante.

-Cada uno aportaba lo suyo —continúa— y quizás se escuchaba como jazz tradicional, pero por ahí era un tema que había compuesto hacía una semana.

Néstor Astarita coincide con ese recuerdo y se lamenta: “Como Litto es un enamorado de la melodía, nunca quedó plasmado en un disco lo que hacíamos en vivo en el boliche o en los recitales. Llegábamos a una actuación y, a veces, él le daba a Jorge un papelito con los acordes de un tema nuevo que quería que tocáramos. Obviamente, ni lo ensayábamos, simplemente subíamos al escenario, Litto arrancaba y le dábamos para adelante en base a la melodía”. 

Laura deja la bandeja con dos cafés y promete regresar pronto para llevarnos al estudio. Nebbia se encarga del azúcar.

-Jazz&Pop era un lugar con un espíritu musical inigualable —dice mientras revuelve—, fue parte de esas cosas que se dan muy pocas veces en la vida.

Para llegar al estudio de Tiene la palabra bajamos, junto con Laura, en un ascensor en el que podría haber cabido una escola do samba. Ni bien entramos, Nebbia saludó a los conductores, Luis Otero y Lorena Maciel, que esperaban junto a los tres panelistas y un público de estudiantes universitarios que se limitó a aplaudir. Luego se ubicó en la silla del entrevistado al tiempo que otra productora cargaba su copa con agua. 

El programa pasó rápido, Nebbia contó anécdotas, miró viejas filmaciones de Los Gatos, fragmentos de un concierto en México, y se rió junto a los panelistas. Una hora después estábamos en un ascensor más pequeño; viajamos hombro con hombro. En el auto que lo llevaba de regreso a su casa, continuamos la charla que habíamos empezado en el camarín.

En alguna parte del camino aparecieron sus obsesiones con los discos. Dice que alcanzó los veintisiete mil y que los tiene ordenados alfabéticamente. Miles Davis y John Coltrane son sus jazzmens favoritos, tiene ciento cincuenta discos del primero y setenta del segundo. Colecciona grabaciones y lee sobre la vida de los músicos. Es un fanático.

Me bajo del auto con muchas recomendaciones de discos y una certeza: Nebbia no inventó el swing, ya estaba inventado. Pero aplicó ese concepto jazzístico al rock argentino y, al igual que Sachtmo, logró que un gran público se viera hechizado por la melodía y sintiera balancear la cabeza.
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