21 marzo 2010

Kapuscinski y el género de la realidad en cuestión

Artur Domoslawski, amigo y discípulo de Ryszard Kapuscinski, publicó recientemente una biografía sobre el periodista polaco, considerado como uno de los emblemas del periodismo del siglo XX.

Se lo haya propuesto o no, el libro de Domoslawski impactó como una demoledora sobre los mitos construidos alrededor de la obra Kapuscinski y se armó un debate sobre el compromiso del periodismo con la verdad. “Intenté resolver una serie de preguntas clave para entender a Kapuscinski”, le explica Domoslawski a JulioVillanueva Chang en una entrevista para El País.

Quiero que nos detengamos en una de esas preguntas clave:

¿Nos dijo siempre toda la verdad de lo que había sucedido y de lo que había sido testigo?
Domoslawski investigó e intentó verificar algunos hechos en los que Kapuscinski decía haber sido testigo. Habrá que leer la biografía para descubrir las conclusiones a las que ha llegado.


(Ryszard Kapuscinski)
 
Se armó debate
 
Uno de los puntos en debate tiene que ver con el cuestionamiento del método que usaba para armar sus crónicas, que aparentemente lo habría obligado a cometer pecados de ficción en un género de realidad.


En la Revista Ñ de ayer, el escritor y periodista Juan Villoro da su punto de vista :

Su método de trabajo era claro: escribía libros a partir de recuerdos lejanos. Las notas enviadas a la prensa polaca le servían de cantera para lo que en verdad le interesaba: reportear su memoria. ¿Era "el mejor periodista del siglo XX", como se le llamó, o "el enviado especial de Dios", como lo bautizó John Le-Carré? Por supuesto que no. Kapuscinski no conseguía exclusivas ni daba noticias.

Su técnica era proustiana: reconstruía el tiempo y se concentraba en complejas formas de comportamiento. La nitidez con que retrata los usos del poder en Imperio o El Emperador no se ve empañada por la previsible inseguridad de su memoria. La fama es siempre un malentendido.

(Juan Villoro)


La memoria, el polémico método

La memoria es un terreno neblinoso, pero es un excelente filtro que deberíamos manejar con cautela.

Entrevisté a Villoro el año pasado y en enero de 2010 la publicó Miradas al Sur (pero lamentablemente no la subieron a la Web).

A la hora de seleccionar el material que formará parte de una crónica, Villoro me explicó que la memoria es una de las herramientas principales. Él toma la base del método Kapuscinski.

Me dijo en la entrevista:

"Cuando hago una crónica tomo muchas notas, pero al momento de escribirlas no miro ninguna. Sólo las mantengo como si fueran una red protectora que me salvará si olvido algún dato o cifra que no iba a ser capaz de retener.

Guardo las notas y el audio, pero trabajo como si no existieran. Al igual que Kapuscinski: si no lo recuerdo es porque no merezco narrarlo. Esto permite que la lógica interna de la crónica fluya con más fuerza."

¿Es posible escapar de la selección de los hechos que serán narrados? Por supuesto que no, para que el mundo que se quiere contar quepa en la extensión determinada, hay que renunciar a algunos de ellos.

"El gran desafío del cronista, en términos de estructura, es crear una ilusión de unidad sobre esos hechos, una ilusión narrativa con una subjetividad equivalente a la del relato."
Ilusión narrativa, un concepto que no parece ser demasiado compatible con la realidad. Sin embargo, no es más que una técnica, una herramienta para hablar de la verdad.

Recortar no es mentir.

Escribió Villoro en Ñ:

Los sucesos son escurridizos, las informaciones se contradicen y la subjetividad existe. En un mundo de certezas provisionales sólo podemos llamar "objetividad" a no tener pruebas en contra. A esto se añade una paradoja esencial del periodismo: para ser verosímiles, los datos deben ser seleccionados, estructurados, adjetivados, intervenidos.
Verosimilitud, otro concepto que no parece compatibilizar con realidad. Y aquí no estoy tan seguro de que deba aplicarse a la crónica, sin embargo reconozco que es fundamental para construir la ilusión narrativa.

Quizá debamos quedarnos con verosimilitud al frente y credibilidad por detrás, como si se tratara del revoque y los ladrillos de una misma pared.
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