07 noviembre 2008

Versión libre y moderna de la antigua tragedia griega de Eurípides

La corroe por dentro, la va royendo poquito a poco. Se le nota en la cara, está enferma. En vano intenta resistirse a la peor de las pestes: el amor prohibido. Esta agonía de Fedra, su deseo irrefrenable por amar a su hijastro, marca el inicio de Hipólito o la peste del amor, una obra escrita y dirigida por Marcos Rosenzvaig, que se exhibe todos los jueves a las 21 en la Ciudad Cultural Konex, hasta el 20 de noviembre.

La obra toma la tragedia Hipólito que Eurípides escribió en el año 428 antes de Cristo, y la transforma libremente en una pieza de teatro moderno.

Intenté fundir lo clásico con lo contemporáneo —explica Rosenzvaig—, pensé en un lenguaje poético con gestos cotidianos, que oscilara entre lo bello y lo prosaico”.

Del original de Eurípides sólo quedaron tres personajes: Fedra (Inma Tabasco), Hipólito (Fabio Tiberi) y Teseo (Marcos Rosenzvaig). El resto fueron sumados por el autor: La doncella de Fedra (Joana Clerici), la Teniente (Juan Rutkus), el General (July Romero), el Médico (Eduardo Lanfranchi), el Paje (Alfredo Crechio) y los Ángeles (Manuela Krumm y Hernán Brotto).


La historia sucede en una suerte de mundo ambiguo en el que algunos elementos son invisibles, pero también sonoros. Dos personajes arman y desarman un escenario que se configura como una extraña mezcla de bar de Buenos Aires y Trecén (donde transcurre la tragedia de Eurípides), mientras el resto entra a escena como si fuera movido por la voluntad de un Dios que juega al titiritero. Debajo de ese Dios, está el rey Teseo, un personaje que se encuentra la mayoría del tiempo ausente, pero que ejerce el control a través de La Teniente y El General: un dúo grotesco, un matrimonio simbiotizado y absurdo, por momentos, siniestro. Ellos hablan en nombre de Dios y matan en nombre del rey al que se deben. Su función es acabar con la peste que lo ha cubierto todo y pudre si remedio a la población. ¿Quién la ha originado?, ¿quién ha enfermado el hermoso cuerpo de Fedra?, ¿quién le ha hecho desear a su hijastro el casto Hipólito?

En todo momento el dramatismo es fuerte, el clima es tenso y las acciones transcurren con un ritmo acérrimo; el amor prohibido y no correspondido no da lugar a la calma. Fedra prefiere soportar antes que ir a buscar a Hipólito, y se conforma con los servicios de su doncella, su fiel y erótica devota, que se desvive por ayudar a su ama. Pero como toda peste, resulta fulminante y devastadora; al principio simplemente huele mal, pero casi dos horas después, acaba en muerte.
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