24 diciembre 2007

Marlowe y su sentido del humor

Un diálogo entre Philip Marlowe y un rico "chico de Harvard", en su casa al borde de un acantilado frente a las costas del Pacífico. Un pasaje impecable, entre tantos de este mismo autor.

El señor Lindsay Marriott se acomodó en la curva del piano, se inclinó para oler la rosa amarilla, después abrió una cigarrera francesa de esmalte y encendió un largo cigarrillo marrón, con un encendedor de oro. Yo me senté en una silla color rosa, y confié en que no le dejaría la marca. Encendí un Camel, expulsé el humo por la nariz y clavé la vista en un trozo de metal negro brillante sobre un estante. Era una especie de esfera suave con un pliegue y dos protuberancias. La miré fijo. Marriott me vio mirarla.
-Una pieza interesante -dijo con negligencia-. La compré el otro día. Es el Espíritu del Alba de Asta Dial.
-Creí que era Dos Verrugas en la Nalga, de Klopstein -dije.
Pareció como si el señor Lindsay Marriott se hubiera tragado una abeja. Suavizó el gesto con esfuerzo.
-Veo que tiene un sentido del humor algo peculiar -dijo.
-No es peculiar -dije-. Sólo desinhibido.

Raymond Chandler (Adiós, muñeca. 1940)
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